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Joe Biden, el aliado que la Europa ecologista necesita

Cuatro años después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos podría resurgir en 2021 como un actor clave en el desafío global del cambio climático. La victoria de Joe Biden ha permitido dar un respiro de alivio a los líderes europeos que esperaban el resultado de las elecciones presidenciales, siendo plenamente conscientes de que la reelección de Donald Trump haría imposible alcanzar los objetivos globales de descarbonización. Con la victoria de Joe Biden, los líderes europeos tienen la oportunidad de convertir 2021 en un año decisivo para la lucha contra el cambio climático.

El plan climático presentado por Joe Biden y Kamala Harris en la campaña electoral supone un cambio radical respecto de las políticas negacionistas de Donald Trump. Sitúa a Estados Unidos en rumbo de convertirse en un líder global en el desafío climático. Biden ha anunciado que una de sus primeras acciones como presidente de los Estados Unidos será volver a unirse al Acuerdo de París y, consecuentemente, trabajar para que el aumento de la temperatura global se limite a tan solo 1,5º C a final de siglo.

Entre los objetivos más ambiciosos del plan se contempla que Estados Unidos alcance la neutralidad de carbono, es decir, que las emisiones netas de carbono sean igual a cero, en 2050. También propone la descarbonización total del sector eléctrico para 2035 y la movilización de miles de millones de dólares en programas de inversión verde que, además, contribuirán a la recuperación económica tras la crisis provocada por la pandemia.

No obstante, la acción a nivel nacional de Estados Unidos no será suficiente para atajar el desafío climático a nivel global. Biden tendrá que encontrar nuevos aliados en la lucha contra el cambio climático y exigir que aquellos que ya han anunciado medidas opten por objetivos más ambiciosos en plazos más cortos. Afortunadamente, la situación no podría ser más favorable. 

En las últimas semanas China ha anunciado, sorprendiendo a la comunidad internacional, su objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono en 2060. Igualmente, Japón y Corea del Sur han presentado, siguiendo el ejemplo chino, planes para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Estos países, junto con Estados Unidos y la Unión Europea, representan más del 50 % de las emisiones de dióxido de carbono a nivel global. Sus propuestas para alcanzar la descarbonización total a mediados de siglo suponen un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático.

El modo más obvio de formar un gran frente internacional «verde» pasa por recurrir a un viejo aliado estadounidense: la Unión Europea. En diciembre de 2019, Europa presentó el European Green Deal: su propio plan para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050, reducir las emisiones de dióxido de carbono un 50-55 % para 2030, y propiciar la transición de todos los sectores hacia una nueva economía verde a través de un enorme programa de financiación y un Mecanismo para una Transición Justa. Esto permitiría que las comunidades más vinculadas a sectores contaminantes no fueran abandonadas durante el proceso sistémico de descarbonización.

De la mano de la Unión Europea, la capacidad de acción de Estados Unidos aumenta significativamente. Los objetivos de esta renovada alianza ecologista deberán centrarse en liderar la lucha a nivel internacional contra el cambio climático, ejercer presión para que las principales economías contaminantes opten por planes más ambiciosos y, sobre todo, mostrar un frente unido que no claudique ante las exigencias de sus correspondientes socios comerciales.

La principal amenaza frente a la voluntad política de fomentar la descarbonización es el miedo a que estas acciones puedan afectar negativamente al desarrollo económico de aquellas naciones que opten por implementarlas. La actual unilateralidad de las medidas ha supuesto que aquellos países que las adoptan se vean obligados a jugar en desventaja contra los que no están dispuestos a asumir estas políticas verdes. El resultado desincentiva la adhesión de nuevos países a estos programas de descarbonización y fomenta el mantenimiento del statu quo.

No obstante, la solución a esto puede ser más sencilla de lo que parece. Multitud de economistas han planteado la imposición de impuestos sobre el carbono (Carbon tax), permitiendo revertir el coste de las emisiones sobre los propios emisores. En lugar de imponer objetivos de reducción de emisiones a nivel global, el carbon taxing permite a los emisores decidir si optan por finalizar sus prácticas contaminantes, reducir sus emisiones o continuar contaminando y pagar por ello. De este modo, se alcanza el objetivo de reducir las emisiones sin necesidad de dictar cómo y cuándo, garantizando que el propio mercado opte por las alternativas limpias y la innovación verde como motores de crecimiento económico.

Por supuesto, esta propuesta no surge sin sus detractores. Economistas temen que la implantación de esta nueva fiscalidad del carbono de manera unilateral pueda provocar competencia desigual entre las empresas afectadas por esta medida y las extranjeras. Esta situación podría promover la deslocalización de los sectores más contaminantes y, por tanto, más afectados por esta fiscalidad, a países que no contemplen esta nueva medida, resultando baldío cualquier esfuerzo unilateral de promover la reducción de emisiones.

Ante este nuevo problema, tanto la Unión Europea como Joe Biden durante su campaña electoral, han propuesto el border carbon tax, es decir, aranceles al carbono en frontera. Esto supondría que todas las exportaciones con destino a la Unión Europea o Estados Unidos se verían sometidas al carbon tax previamente mencionado. De este modo, se evita la temida deslocalización y se garantiza que se cumplan los objetivos de reducción de emisiones. 

Es más que obvio que las medidas dirigidas a la reducción de emisiones no serán suficientes para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Estos deberán complementarse con grandes planes de inversión verde, los cuales han de ir, no solo enfocados a la optimización de las infraestructuras y a la descarbonización de los sectores industriales, sino también hacia la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías que faciliten la reconversión de nuestras economías y, sobre todo, conviertan la transición verde en un claro objetivo y no solo una intención.

Independientemente de estas medidas, la clave para el éxito en este ámbito es la multilateralidad. El nuevo frente euroamericano deberá centrarse en garantizar que todas estas medidas no solo sean aplicadas por ambas potencias, sino por el mayor número de países posible, especialmente aquellos que representan el mayor porcentaje de las emisiones globales como China (28%), India (7%) o Rusia (5%). 

Frente a este esperanzador análisis de la cooperación internacional, nos encontramos una realidad que nos vuelve a poner los pies en el suelo. La situación en Estados Unidos continúa sin ser la idónea para que Biden pueda ejecutar sus grandes ambiciones climáticas en su totalidad. Pese haber ganado las elecciones presidenciales y que los demócratas hayan conseguido mantener el control de la Cámara de Representantes, el Senado podría volver a caer en manos republicanas. A la espera de las dos elecciones al Senado en Georgia, los 100 escaños que forman el Senado de los Estados Unidos se dividen en 50 bajo control republicano y 48 bajo el demócrata. Un empate en el Senado es decidido por el voto del vicepresidente, en este caso Kamala Harris, por lo que la victoria demócrata en las dos elecciones al Senado en Georgia será vital para que el plan climático de Biden llegue más allá de las limitadas acciones que pueda aprobar a través de órdenes ejecutivas y pueda contar con el apoyo del Congreso. 

La lucha contra el cambio climático requerirá de la acción conjunta de todas los actores internacionales para poder cosechar incluso el más fútil de los éxitos. La Unión Europea parece estar dispuesta a trabajar para conseguirlo. La pregunta ahora es: ¿Está Estados Unidos listo para recuperar su figura de liderazgo y dirigir esta nueva lucha contra el cambio climático? Pronto conoceremos la respuesta.

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