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La unión bancaria, ¿un proyecto viable?

En 2012, la eurozona vivía uno de los peores momentos de su historia. Tras la crisis económica de 2008, Grecia, Irlanda y Portugal solicitaron ayuda a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional (FMI) para combatir la escalada imparable de su deuda pública, superior al 100% del producto interior bruto de cada país, en lo que se conoció como la crisis de deuda soberana europea o crisis del euro. 

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), se dirigía al mundo en la Conferencia Global de Inversores de Londres el 26 de julio de 2012 para mandar un mensaje de tranquilidad al mundo: «El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente»

Draghi afirmó que el punto estratégico clave para la recuperación de la eurozona era reparar la fragmentación financiera de la Unión Europea, y propuso la unión bancaria como último paso hacia una unión económica y monetaria consolidada, que pondría fin a la crisis que asolaba el continente. 

La unión bancaria es un conjunto de mecanismos cuyo objetivo es crear un sistema único de supervisión y resolución bancaria para la Unión Europea. Según la página web del Consejo de la Unión Europea, los objetivos de esta unión son cuatro:

    • velar por que los bancos sean sólidos y puedan resistir a futuras crisis financieras
    • evitar situaciones en las que se utilice el dinero de los contribuyentes para salvar los bancos en quiebra
    • reducir la fragmentación del mercado armonizando la normativa del sector financiero
    • reforzar la estabilidad financiera en la zona del euro y la UE en su conjunto.

Una de las características más destacadas de la unión bancaria de la Unión Europea es que está abierta también a países que no sean miembros de la eurozona. En 2019, Bulgaria y Croacia solicitaron participar en la unión bancaria, y el 1 de octubre de 2020 el Banco Central Europeo comenzó la supervisión de sus instituciones financieras para determinar si gozan de una salud suficientemente buena como para unirse a este proyecto aún manteniendo su moneda nacional.

La primera fase de la unión bancaria fue el establecimiento de una hoja de ruta en diciembre de 2012 y un código normativo único para todos los Estados miembros. En él, se buscaba eliminar las diferencias legislativas entre las entidades financieras de distintos países y establecer unos requisitos equitativos de capital, protección de depósitos, gestión de quiebra y competencia en Europa.

El primer pilar de la unión bancaria, el Mecanismo Único de Supervisión, fue constituido en marzo de 2013 y está formado por el BCE y las autoridades de supervisión financiera de cada país. El papel del Mecanismo Único de Supervisión es evitar que vuelva a repetirse una crisis como la de 2008-2012, estableciendo un sistema coherente de supervisión bancaria para todas las entidades financieras participantes que fomente la integración entre ellas y cree una red sólida de banca europea.

Un año después, la Comisión y el Parlamento establecieron el segundo pilar, el Mecanismo Único de Resolución, cuyo objetivo es proteger la economía de un país participante en la unión bancaria ante la quiebra inminente de una de sus instituciones financieras. En 2015 se creó una autoridad de resolución europea, la Junta Única de Resolución, encargada de minimizar los costes de resolución de las entidades financieras para los contribuyentes y de determinar si ésta debe llevarse a cabo mediante una junta establecida ad hoc o un fondo financiado por el sector bancario, el Fondo Único de Resolución, que fue establecido en 2016 y se espera que llegue a su máximo de capacidad de entre 55.000 y 60.000 millones de euros (el 1% de todos los depósitos de las entidades financieras participantes) entre 2023 y 2024.

El tercer pilar de la unión bancaria es la creación de un Sistema Europeo de Garantía de Depósitos (SEGD o EDIS, por sus siglas en inglés), iniciativa que lleva parada desde noviembre de 2015, fecha de la propuesta legislativa de la Comisión Europea. Pese a que la unión bancaria no ha sido completada, los dos mecanismos establecidos están en funcionamiento desde su creación, y la Junta Única de Resolución opera de forma autónoma desde 2016: su primera decisión de resolución fue el caso de Banco Popular en junio de 2017, tras la que fue intervenido y liquidado.

Obstáculos a la unión bancaria

Aunque el Mecanismo Único de Supervisión y el Mecanismo Único de Resolución son robustos y están bien diseñados, la ausencia de un sistema de protección de depósitos impide que la unión bancaria pueda llevarse a cabo. La propuesta de la Comisión para un Sistema Europeo de Garantía de Depósitos tiene ya cinco años, y el primer paso que debe llevarse a cabo es la revisión de esta propuesta, considerar si se adecúa a la situación actual y, en caso negativo, descartarla en favor de una nueva que se ajuste al panorama post-COVID-19 de crisis incipiente.

Otro obstáculo importante para el Mecanismo Único de Resolución es el estado de su Fondo Único de Resolución, que se prevé que alcance el nivel de financiación del 1% de los depósitos de las entidades financieras en 2023. Debido a que en este momento sólo se encuentra a la mitad de su capacidad, el empeoramiento paulatino de las condiciones económicas mundiales -y de la eurozona en particular- retrasarán muy probablemente la fecha prevista de 2024. 

Si, por otro lado, se alcanzará el máximo de capacidad del fondo en 2023 porque la cantidad final es inferior a la prevista en 2016, esto significaría que las entidades financieras cuentan con menos capital depositado, un augurio igualmente nefasto en una década que comienza marcada por un 2020 de crisis económica mundial incipiente. Esta incertidumbre afecta muy negativamente al Fondo, ya que aumenta la desconfianza de las partes interesadas en su facultad para operar adecuadamente.

Además de esto, el Fondo Único de Resolución no tiene red de seguridad: no existe un mecanismo de respaldo en caso de que se vacíe. Para garantizar el correcto funcionamiento del Fondo, prever una solución a un peligro cada vez más real y aumentar la confianza en su labor, sería conveniente encontrar una solución común a esta desprotección del Fondo, ya sea en forma de segundo fondo de emergencia o de contribuciones de los Estados miembros cuando su capital se reduzca por debajo de un porcentaje determinado que ponga en riesgo su correcto funcionamiento.

La causa principal del retraso de la consecución de la unión bancaria es, como en tantos otros proyectos, el desacuerdo entre los diferentes bloques de Estados miembros de la Unión Europea. Los Países Bajos, Austria, Alemania y Finlandia son los más reticentes al Sistema Europeo de Garantía de Depósitos, por no querer responsabilizarse de los depósitos de las entidades financieras de países con economías más precarias como Italia o Grecia. 

Pese a la política oficial de su país, Olaf Scholz, ministro de Finanzas de Alemania, escribió en su columna del Financial Times en noviembre de 2019 que el Sistema Europeo de Garantía de Depósitos era más necesario que nunca, y en agosto de 2020 recibió la nominación del Partido Socialdemócrata para presentarse a las elecciones a canciller. En caso de ser elegido, supondría una reactivación de los planes de unión bancaria con Alemania del lado de los países del sur, que podría concluir con la creación del tercer y último pilar tan necesario de este proyecto.

En 2020 parece ya imposible, ¿será 2021 el año en el que la unión bancaria se convierta en una realidad?

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4 respuestas a «La unión bancaria, ¿un proyecto viable?»

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