La antesala de Eurovisión es uno de esos momentos en los que la cultura popular europea adquiere mayor relevancia. Un acontecimiento en el que, independientemente de los gustos estéticos, Europa saca a relucir ese crisol de culturas que siempre la ha definido, característica central ligada a los valores de la UE. Todos hemos cantado himnos de los suecos ABBA, el Aserejé de las Ketchup o las canciones de Måneskin, músicas europeas que han tejido un imaginario colectivo formado por muchos otros campos creativos, y que se encuentra en constante evolución y fortalecimiento. El asunto de la identidad cultural europea está cobrando una importancia cada vez mayor en el proceso de integración, y su impacto en las relaciones exteriores obtiene un estatus prioritario conforme pasamos de una era internacional a una transnacional. Sin embargo, ¿se puede decir realmente que los países europeos tienen una cultura popular común, con referentes compartidos? ¿Cómo afecta esto a la identidad de los ciudadanos y cuáles son las medidas que está tomando la UE al respecto?
Relevancia de la cultura popular
La cultura popular (o cultura pop) es un conjunto de prácticas culturales, creencias y objetos dominantes que se materializan en manifestaciones simbólicas, artísticas y patrimoniales de una sociedad, involucrando tanto tradición como creación contemporánea. Expresada a través del cine, las series, la música, el videojuego, y cada vez más los memes y diferentes contenidos de las redes sociales, la cultura pop es popular en el sentido más estricto de la palabra: es fácilmente adquirible, comprensible y compartida, y satisface amplias necesidades culturales.
La cultura pop desempeña un papel significativo en las relaciones interpersonales e internacionales. El cine, la música o la literatura tienen un papel significativo en la construcción del tejido identitario de un pueblo, sea a nivel local, regional, nacional, o en el caso europeo, continental o comunitario. También influye en la proyección de dicha identidad, siendo una herramienta poderosa en la diplomacia cultural y una herramienta efectiva para ejercer poder blando (la capacidad de un país para influir en otros a través de la atracción y la persuasión en lugar de la coerción).Asimismo, la explotación comercial de la industria cultural es un elemento importante en la formación de la cultura de masas y un factor económico de relevancia. El comercio de productos culturales se ha visto potenciado por el rápido avance de la digitalización en las industrias de la comunicación. Este crecimiento se manifiesta en la evolución de la industria editorial, las agencias de noticias internacionales, el creciente éxito del cine internacional, las plataformas de streaming y las redes sociales.
Particularidades de la cultura pop europea
La cultura pop influye en cómo nos percibimos y comportamos. Sin embargo, ¿puede la UE decir realmente que tiene una cultura pop propia? La respuesta no es tan clara.
Al pensar por ejemplo en la política, rápidamente nos vienen imágenes de ficción relacionadas con la Casa Blanca y la diplomacia estadounidense (House of Cards, The Diplomat); si pensamos en seguridad y justicia la imagen es la de las aventuras clandestinas de la CIA, el FBI o la NSA (Homeland, Argo) y los tribunales al estilo de la serie Ley y Orden. Todas obras estadounidenses. Siguiendo la tesis de la “Coca-Colonización” podemos ver como comida, ropa, películas, series, música y bienes de consumo estadounidenses han sido adoptados con gran entusiasmo en todo el globo, exportando los valores de la American way of life a la realidad europea.
Con todo, es innegable que Europa es una potencia en cuanto a patrimonio cultural, pero es la cultura más académica ligada a las bellas artes y la riqueza monumental que tiene un mayor prestigio internacional. De hecho, es difícil afirmar que tengamos un universo simbólico popular que nos defina como Unión Europea, y no es por falta de referentes ni potencial creativo.
No solo el dominio anglosajón puede relegar la producción cultural de los países de la UE a un segundo plano y dificultar la definición de una cultura pop europea distintiva; la situación también puede atribuirse a diversos factores que tienen que ver con la falta de exposición internacional de nuestras creaciones artísticas. Es bien sabido que a la UE le cuesta hablar con una sola voz también en asuntos de política internacional. En este caso sucede lo mismo: cada país tiene su propia industria cultural y una idiosincrasia particular en términos de música, cine, televisión y otros medios. Si a esto le sumamos las barreras lingüísticas, encontramos que muchas de las políticas culturales acaban restringiendo la cultura pop a las fronteras nacionales.
A pesar de estos desafíos, la cultura sigue siendo un motor económico y social vital de la Unión Europea, y desempeña una función importante en la economía y en la creación de empleo, no solo gracias a producciones propias sino a las coproducciones con industrias culturales extranjeras. Los sectores culturales y creativos representan al menos el 4,4% del PIB de la Unión y dan empleo a unos 7,6 millones de personas, lo que les confiere el potencial de ser motores del desarrollo local y regional. Sin embargo, estos sectores presentan una alta fragmentación, con más del 90% de las empresas siendo pequeñas y medianas, y el 33% de la mano de obra trabajando de forma independiente. Además, a pesar de su contribución económica significativa, los sectores culturales y creativos solo recuperan un porcentaje mínimo del valor económico que generan, lo que impacta negativamente en los trabajadores de estos sectores.
El avance europeo en materia cultural
Diferentes documentos esenciales de la UE como el artículo 167 del TFUE consagran la defensa oficial de las culturas europeas y aluden a una forma de “supracultura” compartida, haciendo mención a la necesidad de concienciación y acción respecto a la cultura. En general, desde la creación de las Capitales europeas de la Cultura en 1985, y posteriormente con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009, la cultura ha tomado un lugar relevante, priorizándose el fomento de las relaciones interculturales.
Pero solo a partir de 2018 con la nueva Agenda Europea para la Cultura se comienza a pensar en la cultura con un enfoque algo más amplio, tras la Resolución sobre el Plan de Trabajo de la UE en materia de Cultura (2023-2026), adoptada por el Consejo en 2022. La Agenda establece métodos de trabajo mejorados con los Estados miembros, la sociedad civil y los socios internacionales y se aplica a través de planes de trabajo en materia de cultura. Además, la UE está llevando a cabo programas de financiación e iniciativas de apoyo relevantes como Europa Creativa con un presupuesto de 2.440 millones de euros para el periodo 2021-2027. Este programa, destinado a impulsar y fortalecer los sectores culturales y creativos, comprende los subprogramas MEDIA (que abarca el sector audiovisual) y Cultura (para los demás sectores creativos), además de un capítulo Intersectorial para diferentes acciones como las Capitales Europeas de la Cultura, el Sello de Patrimonio Europeo, los Premios Europeos de la Cultura y otras iniciativas multidisciplinares.
Desde la perspectiva artística, hace unos años que las obras cinematográficas, musicales, televisivas o literarias creadas en Europa están alcanzando nuevos niveles de difusión internacional, gracias en parte a los medios de difusión online. Además, destacan cada vez más intentos de retratar la política europea en la ficción, a través de series como Parlement (2020), una divertidísima sátira que sigue las andanzas de un joven asistente de eurodiputado; películas como Adults in the Room (2019) de Costa-Gavras, o novelas como The Capital (2017) de Robert Menasse. La ficción juega un papel fundamental en crear un imaginario colectivo europeo, una cultura pop audiovisual que acerque los referentes –en este caso políticos– a la realidad de los ciudadanos europeos. Además, estas historias ayudan a mejorar la comprensión ciudadana del funcionamiento de las instituciones europeas.Aunque cada vez observamos más medidas a nivel comunitario para fomentar la integración cultural, y empiezan a surgir obras creativas que referencien la propia personalidad de la Unión, los desafíos persisten para tratar de europeizar la balanza cultural. Es hora de una discusión seria y exhaustiva sobre el papel de la cultura pop en la identidad europea.