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Cada seis meses, la Presidencia del Consejo de la Unión Europea cambia de manos, de manera que se redefinen el ritmo de la agenda comunitaria y las prioridades de los Estados miembros que la asumen. De junio a diciembre de 2024, Hungría ejerció este papel en un contexto político y económico complejo, dejando el testigo a Polonia, que liderará la institución durante el primer semestre de 2025. Este relevo no es solo una cuestión protocolaria: supone una transición en el enfoque, las prioridades y la estrategia con la que se abordarán los grandes desafíos europeos en los próximos meses.
El paso de la Presidencia húngara a la polaca se produce en un momento clave para la Unión Europea, con decisiones de gran calado en materia de seguridad, competitividad y cohesión interna. La forma en que Polonia recoja y gestione el trabajo de su predecesora será fundamental para la estabilidad y proyección de la UE.
Hungría: una presidencia marcada por la controversia
La Presidencia húngara del Consejo de la UE tuvo lugar en un momento clave para la Unión Europea, marcado tanto por la conclusión del ciclo institucional y legislativo 2019-2024 como por la necesidad de garantizar una transición fluida hacia el nuevo período 2024-2029. Como parte del trío de presidencias que compartió con España y Bélgica, Hungría ha asumido la tarea de dar continuidad a una agenda común diseñada para afrontar los grandes retos europeos en un contexto de incertidumbre global. La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, la doble transición ecológica y digital, y el refuerzo de la resiliencia económica y estratégica de la UE han sido algunos de los ejes centrales del programa conjunto, que se ha desarrollado a lo largo de 18 meses para garantizar estabilidad en la dirección política del Consejo.
No obstante, cada país dentro del trío ha definido sus propias prioridades. En el caso de Hungría, la Presidencia ha estado marcada por su programa específico, articulado en torno a siete pilares bajo el lema Make Europe Great Again. Dichos pilares son: mejorar la competitividad, reforzar la política de defensa, hacer que la política de ampliación sea coherente y esté basada en méritos, contener la inmigración ilegal, configurar el futuro de la política de cohesión, promover una política agrícola orientada a los agricultores, y abordar los retos demográficos.
Con respecto a la evaluación de la presidencia húngara una vez concluida, para el Gobierno de Viktor Orbán fue un éxito. Destacó los avances en la ampliación de la UE, la integración de los Balcanes Occidentales y la adhesión de Rumanía y Bulgaria al espacio Schengen. Orbán también resaltó la evolución económica de Hungría, aunque reconoció la necesidad de esfuerzos continuos. Sin embargo, desde la perspectiva de varios Estados miembros, el semestre estuvo marcado por la controversia. La visita de Orbán a Moscú para reunirse con Putin fue condenada por el Parlamento Europeo, y varios líderes boicotearon las reuniones organizadas por Budapest. Sus declaraciones críticas hacia la UE, su postura sobre Ucrania y el encuentro con Xi Jinping reforzaron la percepción de un distanciamiento de los principios y valores del bloque. En este contexto, se espera que la presidencia polaca ayude a restablecer la cohesión y el enfoque proeuropeo.
Polonia: una nueva hoja de ruta para la UE
La Presidencia polaca del Consejo de la UE marca el inicio de un nuevo trío rotatorio junto a Dinamarca y Chipre. La Presidencia se inauguró oficialmente el 3 de enero con una gala en la que participaron líderes europeos y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, seguida de la tradicional visita del Colegio de Comisarios europeos a Gdansk. En los primeros meses de su mandato, Polonia tiene previsto celebrar 38 reuniones ministeriales del Consejo, 22 consejos informales y más de 300 cumbres y encuentros paralelos. Entre los eventos clave destacan la conferencia El camino europeo del crecimiento y una cumbre informal de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas centrada en la defensa.
El programa polaco, bajo el lema «¡Seguridad, Europa!», se estructura en siete dimensiones de seguridad: defensa y seguridad, protección de fronteras, resistencia a injerencias extranjeras y desinformación, seguridad económica y empresarial, transición energética, agricultura competitiva y seguridad sanitaria. Una de sus principales prioridades es fortalecer la política de defensa y la capacidad militar europea, promoviendo una mayor cooperación con la OTAN y Estados Unidos, así como un refuerzo de la Base Industrial y Tecnológica de Defensa. Su programa también pone énfasis en la protección del Estado de derecho y en la ampliación de la UE, incluyendo a Ucrania. En materia económica, busca mejorar la competitividad mediante la eliminación de barreras en el mercado único, la reducción de burocracia y el impulso a la innovación. En cuanto a la energía, aboga por la independencia total de los combustibles fósiles rusos y el fortalecimiento de la infraestructura energética europea.
Si bien mantiene algunas líneas de continuidad con la Presidencia húngara, como el enfoque en la competitividad y el control migratorio, Polonia introduce un cambio significativo al priorizar la cohesión del bloque, la cooperación transatlántica y el alineamiento con las instituciones europeas. Su mandato representa una oportunidad para restaurar la unidad de la UE tras un semestre marcado por la confrontación política y las tensiones con Bruselas.