La Zona Especial Canaria (ZEC), establecida en el año 2000 como parte del Régimen Económico y Fiscal (REF) de Canarias, ha sido durante años una herramienta clave para atraer inversión y fomentar la diversificación económica en un territorio marcado por su lejanía y su condición ultraperiférica dentro de la Unión Europea (UE). Concebida como una medida para mitigar las desventajas estructurales de las Islas Canarias, la ZEC ofrece un marco fiscal muy favorable —con un tipo reducido del Impuesto sobre Sociedades al 4%, entre otras ventajas— condicionado a la creación de empleo y determinadas inversiones mínimas.
No obstante, el contexto actual plantea nuevos desafíos. La UE ha redefinido su política hacia las Zonas Ultraperiféricas (ZUP) para avanzar en el enfoque compensatorio tradicional y avanzar hacia un modelo de desarrollo sostenible, innovador e inclusivo, un planteamiento harto necesario. Esta transformación se refleja en iniciativas como el Pacto Verde Europeo, el marco financiero 2021–2027 y la estrategia de cohesión territorial. Bruselas no solo pide que se reduzcan las desigualdades territoriales, sino que la construcción de capacidades locales para integrar a las regiones más alejadas en la transición verde y digital.
En este nuevo escenario, la ZEC debe evolucionar, pues ya no es suficiente con ofrecer beneficios fiscales para atraer empresas sino que es necesario ir un paso más allá. El reto consiste en convertir esta herramienta en un verdadero motor de transformación económica alineado con las prioridades europeas: sostenibilidad ambiental, transición energética, digitalización, innovación social y resiliencia productiva.
Para lograrlo, la ZEC debe revisar sus criterios de acceso, abrirse a sectores estratégicos emergentes y reforzar su papel como plataforma de desarrollo para pymes tecnológicas, industrias verdes o proyectos de economía circular. Asimismo, se requiere una mayor integración con otras políticas regionales y europeas, así como una mejora en su seguimiento y evaluación que complemente y cierre el círculo iniciado por estos pasos iniciales. Solo así podrá superar algunas de las críticas que ha recibido en el pasado: escasa diversificación sectorial, concentración de beneficios en empresas poco conectadas con el territorio y falta de adaptación a cambios normativos.
El potencial de la ZEC es considerable si se entiende como parte de una estrategia más amplia. No debe verse únicamente como una “zona fiscal” ventajosa, sino como un nodo dentro del tejido europeo que impulse cambios estructurales y ayude a Canarias a reducir su dependencia del turismo, aumentando su competitividad en sectores de futuro.
La Comisión Europea ha reafirmado que las regiones ultraperiféricas deben recibir un trato diferenciado, sí, pero dentro de un marco de ambición y corresponsabilidad. En este sentido, Canarias tiene una oportunidad clara: convertirse en un laboratorio de innovación y sostenibilidad desde la periferia. Para ello, es fundamental que todos los actores implicados —instituciones, empresas y sociedad civil— se alineen y apuesten por una ZEC renovada, más conectada con los desafíos del siglo XXI.
Este artículo, derivado de un trabajo elaborado por Guillermo González González en el marco de la Asociación de Asesores Fiscales de Canarias, analiza cómo la ZEC puede alinearse con esta visión europea, reforzando su papel dentro del proyecto comunitario. Lejos de representar un simple régimen fiscal, la ZEC puede convertirse en un verdadero motor de transformación si se adapta a las prioridades europeas.
En definitiva, el futuro de la ZEC depende de su capacidad para evolucionar con Europa. Si lo logra, puede convertirse en un referente de éxito para otras regiones ultraperiféricas. Si no, corre el riesgo de quedar relegada en un mundo que ya no entiende el desarrollo como una cuestión fiscal, sino como un proyecto colectivo de transformación.
