La protección y restauración de la biodiversidad es uno de los desafíos claves a los que nos enfrentamos en materia ambiental. Con el 80% de los hábitats europeos en mal estado, la necesidad de una ley que abordara este tema era cada vez más urgente. Así, la UE ha aprobado la primera ley de Restauración de la Naturaleza, con los objetivos de regenerar los ecosistemas degradados, mejorar la seguridad alimentaria y trabajar en línea con las aspiraciones climáticas y de biodiversidad. La UE ha acordado restaurar al menos el 20% de sus zonas terrestres y marinas para 2030.
Para ello, los Estados miembros deben restaurar, como mínimo, el 30% de los hábitats deteriorados para 2030 para considerar que pasan a un buen estado. Este porcentaje ascenderá al 60% para 2040 y al 90% para 2050. Cuando un área esté en buenas condiciones, el objetivo de los países miembros será mantenerla en ese estado, evitando su deterioro en la medida de lo posible.
La ley fija objetivos jurídicamente vinculantes en siete áreas: ecosistemas naturales y seminaturales, insectos polinizadores, ecosistemas forestales, ecosistemas urbanos, ecosistemas agrícolas, ecosistemas marinos y conectividad fluvial.
Objetivos por área
En el caso de los ecosistemas agrícolas, se han establecido tres indicadores para medir la recuperación de la biodiversidad: el índice de mariposas de los pastizales, las reservas de carbono orgánico en suelos minerales de tierras de cultivo y la proporción de tierras agrícolas con elementos paisajísticos diversos o zonas no productivas. Para una mejora significativa, los países miembros deberán avanzar en dos de los tres indicadores mencionados. También es clave restaurar las turberas drenadas para reducir las emisiones del sector. Para ello, los países de la UE se comprometen a reparar, como mínimo el 30% de éstas, ascendiendo al 40% para 2040 y al 50% para 2050.
En el caso de los ecosistemas forestales, la ley dicta que se debe alcanzar una evolución positiva de varios indicadores como la conectividad forestal, la abundancia de aves forestales comunes y las reservas de carbono orgánico.
En materia de conectividad fluvial, es necesario identificar cuáles son las barreras que dificultan la conectividad de las aguas para proceder a su eliminación, de manera que de aquí a 2030 al menos 25.000 km de ríos vuelvan a tener caudal libre.
Los Estados miembros se comprometen a luchar por los ecosistemas urbanos, evitando la pérdida neta de la superficie nacional total de espacios verdes urbanos y de cubierta arbórea urbana. Se fija también el objetivo de aumentar la superficie total cubierta por el espacio urbano verde un 3% de aquí a 2040 y un 5% de aquí a 2050.
En cuanto a los ecosistemas naturales y seminaturales, la ley se centra en mejorar y restablecer los hábitats ricos en biodiversidad con vistas a recuperar poblaciones de especies. En la restauración de la naturaleza, también es clave el papel de los insectos polinizadores, y se deberá revertir el declive de abejas, mariposas, abejorros y sírfidos, entre otras especies polinizadoras, de aquí a 2030.
Una de las grandes fortalezas de esta ley es que se compromete a la recuperación de todos los ecosistemas, no sólo los terrestres. Respecto a los ecosistemas marinos, es necesario recuperar hábitats marinos como las praderas marinas o los fondos de sedimentos, así como restaurar los hábitats de especies marinas emblemáticas como los delfines, marsopas, tiburones y aves marinas.
¿Una ley exitosa?
Teniendo en cuenta lo urgente que resulta tomar acción encaminada a la restauración de nuestros ecosistemas, cabe preguntarse cómo de eficaz será esta nueva ley en sus objetivos.
En general, la comunidad científica ha mostrado su optimismo respecto al camino que abre la Ley de Restauración de la Naturaleza. Un grupo de investigación del CREAF (Centre for Ecological Research and Forestry Applications) ha valorado muy positivamente la ley, señalando que el mero hecho de que se haya aprobado indica un cambio de paradigma en materia de restauración ecológica. Consideran que es una ley ambiciosa, aunque también se muestran prudentes ante su evolución: ahora es el turno de que los Estados elaboren sus propios planes de acción e implementación para conseguir que verdaderamente se cumplan los objetivos.
Expertos del CREAF especializados en restauración de suelos consideran que una de las fortalezas de la ley es la obligación de establecer un sistema de seguimiento de la calidad de los suelos, una herramienta imprescindible para observar la evolución y garantizar el éxito de los proyectos de restauración. Un punto muy positivo también es la obligación de mantener las zonas restauradas, un aspecto que proyectos anteriores de restauración habían pasado por alto, haciendo que muchos espacios ya restaurados volvieran a deteriorarse.
Otro grupo de expertos del CREAF especializados en biodiversidad celebra la voluntad de la UE en tomar acción contra la pérdida de biodiversidad. Para esto, es clave establecer un plan a largo plazo, más allá de los ciclos políticos, y consideran que con esta Ley se han establecido unos calendarios con objetivos e indicadores concretos que contribuirán positivamente a la conservación de la biodiversidad.
Por otro lado, apuntan que “para lograr este nuevo escenario son necesarios cambios profundos y estructurales en la sociedad”. Asimismo, hacen hincapié en lo necesario que es un aumento considerable del presupuesto para poner en marcha esta ley.
Con todo, el éxito o fracaso de la ley dependerá en gran medida de los planes nacionales que ejecuten los Estados miembros de la UE, pero la comunidad científica celebra con esperanza la aprobación de esta ley. En palabras del investigador Santiago Sabaté “la Ley sirve para poner el hilo en la aguja”, establece un marco de referencia y marca la dirección a largo plazo que debe seguir la restauración de la naturaleza.